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Sesión 12. Club ÉBANO: “El callejón de los milagros” de de Naguib Mahfuz

El próximo 29 de abril (11,30 h.), en la siguiente sesión del club, analizaremos la  novela de Naguib Mahfuz: El callejón de los milagros.

Naguib Mahfuz ( El Cairo, 1911 – El Cairo, 2006) fue un escritor egipcio, conocido en especial por su obra narrativa. Novelista y periodista, fue el primer escritor árabe galardonado con el premio Nobel de Literatura, en 1988. Licenciado en filosofía, militante del Wafd, el gran partido nacionalista antibritánico, se le considera el verdadero arquitecto de la novelística árabe contemporánea, a lo largo de su obra ha presentado a la ciudad de El Cairo como si fuera un mundo.

Su obra, tan variada como prolífica, incluye 33 novelas, algunas de ellas llevadas al cine, así como catorce recopilaciones de cuentos y múltiples colaboraciones en la prensa. Sin embargo, es considerado básicamente un novelista. Se inicia con la novela histórica con títulos que no tuvieron mayor trascendencia para, posteriormente, dar un salto al realismo y entrar en una etapa de mayor entidad argumental y técnica. Los mejores ejemplos de esa época son Jan al-Jalilí (1946) y El callejón de los milagros (1947), minuciosas descripciones de los ambientes populares, burgueses e intelectuales de su ciudad natal. En 1949, su obra dio un paso más, se adentra en la novela psicológica e inicia uno de los períodos más significativos de su carrera literaria; fue entonces cuando escribió su afamada Trilogía de El Cairo compuesta por Entre dos palacios (1956), Palacio del deseo (1957) y La azucarera (1957) que le valió el Premio Nacional de las Letras Egipcias. En 1967, publica en Beirut: Hijos de nuestro barrio, novela prohibida en su país actualmente. Su éxito literario a nivel mundial vendría con la concesión del Premio Nobel, en 1988, que lo elevaría a la consideración de «padre de la prosa árabe».

En 1994, sufrió un atentado, al ser atacado por extremistas islámicos, que le dejó notables secuelas físicas que le impedirían continuar con su labor novelística con normalidad; a pesar de ello, tras someterse a un largo proceso de fisioterapia, Mahfuz consiguió escribir una serie de relatos muy breves, al estilo de los haikus japoneses, publicados bajo el título de Sueños de convalecencia.

En 2006, muere como consecuencia de una caída accidental en su casa de El Cairo.

El callejón de los milagros forma parte de la llamada pentalogía realista de Mahfuz, un grupo de cinco obras publicadas entre 1945 y 1957, de marcado corte realista y centradas en la vida cotidiana de las clases populares y la pequeña burguesía de El Cairo en aquella época.

La obra nos describe el microcosmos de un pequeño callejón (el callejón de Midaq) en El Cairo, durante la Segunda Guerra Mundial. La acción transcurre casi completamente en el callejón y sus calles adyacentes, todas ellas en la zona de Jan-el-Jalili. La estructura de la novela es muy simple, con un desarrollo temporal lineal: cada capítulo se centra en cada uno de los personajes (Hamida, su enamorado Abbas, Kirsha, Husain Kirsha, Salim Alwan, Zaita, el doctor Bushi, Yaada, Radwan Husaini…). La novela es la crónica viviente del barrio, del discurrir de la existencia con su estela de emociones, aventuras, ilusiones, frustraciones, alegría, venganzas, amores, despechos y secretos y sueños mucho más grandes que las posibilidades de cumplirlos y cada historia se va mezclando con las de los demás. Está escrita en tercera persona y el narrador presenta la acción de manera objetiva, sin juzgarla.

Tras la magnífica presentación y comienzo que hace Mahfuz en El callejón de los milagros, empieza a desplegar sus historias: la de Kirsha, dueño del café, y su debilidad por los jovencitos; la de la trágica relación de la bella y ambiciosa Hamida y el barbero Abbas o la de la viuda Afifi en busca de alguien que le recuerde mejores tiempos. Sus historias son las vidas que todos hemos conocido o escuchado en alguna parte, pero en este caso con un protagonista excepcional: el lugar, el callejón que se alza como un personaje clave.

“Así continuaba la vida en el callejón de Midaq, cuyo monótono ritmo apenas podía ser interrumpido por la súbita desaparición de una de sus muchachas o por el encarcelamiento de un hombre, incidentes que encrespaban las aguas durante unos instantes para volver, luego, a la calma -o a la quietud- del lago. Llegaba la noche y los incidentes del día pasaban al olvido”.

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