«

»

Sesión 12. Club MUCHALETRA: “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad

En la próxima sesión que tendrá lugar el 30 de mayo (19 h.), analizaremos la novela de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas

Joseph ConradTeodor Józef Konrad Nalecz Korzeniowski (Berdiczew – Polonia, actual Ucrania, 1857 – Bishopsbourne – Reino Unido, 1924). Novelista británico de origen polaco considerado uno de los más grandes escritores modernos y cuya obra explora la vulnerabilidad y la inestabilidad moral del ser humano. Está considerado como uno de los grandes novelistas en lengua inglesa, a pesar de que no habló esta lengua de manera fluida hasta después de cumplir los veinte años (y aún así, siempre con marcado acento polaco).

Hijo de un noble polaco. A los dieciséis abandonó Polonia rumbo a Marsella, donde inició su andadura como marino mercante que lo llevaría en una primera etapa a comerciar con armas para las tropas carlistas españolas y a un intento de suicidio. Ante la imposibilidad de llegar a oficial en la marina francesa y huyendo del peligro de ser reclutado por el ejército zarista (era súbdito ruso de la Polonia ocupada), se trasladó a Londres en 1878, sin saber inglés. Dos años después aprobó el examen que lo convirtió en segundo oficial de la marina mercante y, seis años más tarde, el que le proporcionaría el grado de capitán, casi al tiempo que pasó a ser súbdito británico. Navegó durante toda la década siguiente, particularmente por los mares del sur, el archipiélago malayo, África y el río Congo, experiencias que se reflejarían en su obra posterior. Conrad no comenzó a escribir hasta 1889, en que dio inicio a La locura de Almayer (1895), que no terminaría hasta cinco años más tarde, durante los cuales aún continuó navegando, actividad que abandonó definitivamente en 1894. El éxito, no obstante, tardó en llegarle; fue con Chance (1912). Desde el principio sus libros fueron bien recibidos por la crítica. Aunque la mayor parte de sus narraciones tienen como telón de fondo la vida en el mar y los viajes a puertos extranjeros, la suya no es una literatura de viajes en sentido estricto. Éstos constituyen, para Conrad, el ámbito en el que se desarrolla la lucha de los individuos entre el bien y el mal, el escenario en el que se proyectan sus obsesiones y, en particular, su soledad, el desarraigo (su condición de polaco oprimido primero y luego exiliado debió dejar una fuerte impronta en su carácter). Escribió en total trece novelas, dos libros de memorias y una buena cantidad de relatos. Entre las primeras destacan Lord Jim (1900), indagación en torno al problema del honor de un marino que sufre por su cobardía juvenil en un naufragio; Nostromo (1904), a menudo considerada su mejor creación; El agente secreto (1907), a propósito del mundo anarquista inglés; Bajo la mirada de Occidente (1911), situada en la Rusia zarista; Victoria (1915) con los mares del sur como escenario y La línea de sombra (1917), narración abiertamente autobiográfica acerca de su primera singladura como capitán a bordo del Otago. Entre sus relatos largos o novelas breves es preciso mencionar El corazón de las tinieblas, publicado en forma de libro en 1902, que constituye, a partir de su recorrido por el río Congo, una verdadera bajada a los oscuros infiernos de la mente humana y su corruptibilidad. Casi siempre se mantuvo al margen de la vida literaria inglesa. Con posterioridad su obra se ha ido valoranda cada vez más y ha ejercido un fuerte influjo en la literatura, tanto inglesa como internacional.

El corazón de las tinieblas es un descenso a los infiernos del colonialismo. Una de las novelas más estremecedoras de todos los tiempos, además de una de las obras maestras del siglo XIX. El libro cuenta el viaje que el protagonista, Marlow, hace por el río Congo en busca de Kurtz, un agente comercial que al parecer se ha vuelto loco, ya que cruza la débil línea de sombra que separa el bien del mal y se entrega con placer a las más terribles atrocidades. Puede leerse como un texto casi profético de los horrores del siglo XX. El río Congo, el infierno, la negra inmensidad de la maldad, de la locura… Y el trato inhumano de los colonos “civilizados” a los “salvajes”.

El estilo de Conrad es siempre difícil de seguir, por su densidad. Pero este quizás sea uno de los libros más accesibles. Además de contener imágenes realmente alucinatorias (la cañonera disparando contra la selva, el río que se arrastra como una serpiente, los negros nativos amontonados muriendo de enfermedades y malnutrición); fue la primera y enérgica denuncia contra lo que estaba sucediendo en el Congo Belga, donde se había instalado el verdadero Corazón de los Horrores. El libro es magistral a la hora de plasmar el ambiente de mezquina intriga entre los “peregrinos” (genial metáfora), la degradación moral de Kurtz, el desgarro de su último confesor cuando miente a su lejana amada. Conrad, cuando habla del Congo, ese Congo ocupado por los belgas, traspasa todas esas emociones que tuvieron que asaltarle en su recorrido por uno de los peores escenarios imperialistas, a finales del siglo XIX.

El corazón de las tinieblas fue adaptado al cine por Francis Ford Coppola, sustituyendo el Congo Belga por Vietnam y al Sr.Kurtz por un alienado militar americano interpretado por Marlon Brando, en la famosa Apocalypse Now.

1 comentario

  1. Pedro Lacámara

    ANÁLISIS DE EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS DE JOSEPH CONRAD (1899)
    -Estructura y objetivos de la novela: desde el comienzo de la novela se advierten los dos narradores y los dos tipos de relatos así como la contraposición de los mismos. El primer narrador, sin nombre, es responsable del marco general de la novela y de sus distintos flashback, y sin embargo es un narrador secundario para el objetivo fundamental del autor. El relato de este primer narrador es caracterizado implícitamente por él mismo cuando dice que “los relatos de los marinos tienen una franca sencillez: toda su significación puede encerrarse dentro de la cáscara de una nuez” (p.14). En cambio, el narrador principal, Marlow, que “no era un típico hombre de mar” – antes había señalado que era marino pero también una especie de trotamundos – se presenta claramente como el alter ego, o doble, de Conrad y por tanto responsable del relato que nos va a indicar la manera de ver los hechos que se relatarán o incluso la visión de los personajes principales: él mismo y Kurtz. El relato de Marlow, es un relato muy elaborado y que respeta, al menos en apariencia, la forma de un auténtico relato de aventuras a través de las cuales se ameniza lo narrado, ya sea introduciendo toques de atención al oyente para que no se distraiga o para que sepa situarse respecto a la historia principal, ya sea mediante digresiones que a menudo aparecen como alucinaciones o pasajes completamente oníricos, respecto al hilo conductor del relato que es el viaje por el río Congo a la búsqueda de Kurtz,. Como señala el primer narrador: “para él [ para Marlow] la importancia de un relato no estaba dentro de la nuez sino fuera” (14-15), es decir también en la manera de contar. De ahí que el relato de Marlow se convierta desde el principio en un clásico relato de aventuras, con sus incisos y llamadas al oyente, pero también en un cuento fantasmagórico, y a veces cruel, a la manera de Poe, y como veremos, un relato también muy atento a la realidad exterior a lo contado, o sea los hechos y los avatares del colonialismo.
    De ahí la gran relevancia que tiene para esta novela, esa manera tan particular, o conradliana, de narrar los acontecimientos, unas veces con gran realismo y en cambio, en la mayoría de las ocasiones, de una manera fantasmagórica que hace que el lector se sienta desubicado o situado en unos terrenos pantanosos en los que es difícil distinguir entre hechos naturales, acciones del hombre o sucesos imaginados. Un pequeño ejemplo entre miles: dice de esa masa de moribundos que hay en el bosque: “no eran nada terrenal, sólo sombras negras de enfermedad y agotamiento” (37). Es precisamente ese lenguaje entre onírico y realista de Conrad en esta novela, o simplemente EL LENGUAJE, uno de sus mayores logros. De ahí también que para Marlow, Kurtz, antes de mostrarse como un ser de carne y hueso, sea durante bastante tiempo solamente una VOZ: “Hice el extraño descubrimiento de que nunca me lo había imaginado en acción…sino hablando…El hombre aparecía ante mí como una voz” (99)
    A esa manera peculiar de narrar unas aventuras, hay que añadir también una visión alegórica de presentar la naturaleza, y en particular, la selva o el río, o la tierra en su conjunto – “toda esa vida misteriosa y primitiva que se agita en el bosque, en las selvas, en el corazón del hombre salvaje. No hay iniciación para tales misterios” (16) – que hacen que el relato de aventuras se convierta rápidamente en un viaje iniciático al corazón del hombre y a los hechos que darán pie al relato de Marlow – “esos endemoniados hechos” (29) – y que harán que esta novela no pueda verse únicamente como una sucesión de aventuras sino como algo mucho más relevante: un viaje iniciático que a partir de una historia particular, la del colonialismo belga, pretende remontarse a todo tipo de colonialismo o conquista de países e incluso hasta los albores de la humanidad, pero con la particularidad de que ese viaje “al centro de la tierra”, como se dice en la novela, se convertirá también en un auténtico descenso a los infiernos del corazón mismo del ser humano, un corazón lleno de tinieblas.
    En otras palabras, la novela, en apariencia asociada con un relato de aventuras, es más bien una novela realista de aventuras, o si se quiere un viaje a la REALIDAD del ser humano, a pesar de que la novela esté narrada con grandes pinceladas de IRREALIDAD por las grandes dosis de confusión y de decepción que esta historia implica para el propio autor encarnado en Marlow.
    Por ello hablando de los primeros invasores que llegaron a Inglaterra, los romanos, Marlow cuenta en sus inicios, que no eran colonizadores sino conquistadores, y que también se encontraron con gente salvaje. Es una manera de recordar que también en Europa hubo indígenas o salvajes, como en África a finales del siglo XIX: “Eran conquistadores…Se apoderaban de todo lo que podían. Aquello era verdadero robo con violencia…La conquista de la tierra, que por lo general consiste en arrebatársela a quienes tienen una tez de color distinto…no es nada agradable cuando se observa con atención” (18). Lo mismo que harán los europeos en África: los colonizadores se impondrán por el comercio, el dinero, pero también por la fuerza y las armas. Detengámonos en algunos aspectos:
    Pero, sigue narrando Marlow, “ Lo único que la redime es la idea”(18), o sea los proyectos, al menos oficiales, de construir obras beneficiosas para el continente africano y que también existieron. De ahí toda esa AMBIGÜEDAD que impregna la novela y que hace que haya siempre un intento de comprender la figura de Kurtz, que es la metáfora o el símbolo del colonialismo en África: “para que podáis comprender el efecto que todo aquello me produjo es necesario que sepáis cómo fui a dar allá, qué es lo que vi…En cierto modo pareció irradiar una especie de luz sobre todas las cosas y sobre mis pensamientos. Fue algo bastante sombrío, digno de compasión… nada extraordinario sin embargo…ni tampoco muy claro…Y sin embargo parecía arrojar una especie de luz” (18-19)
    a)Viaje iniciático que pretende remontarse a la historia de la humanidad y llegar hasta el corazón del ser humano, a través de las aventuras del viaje por el río Congo a la búsqueda de Kurtz: Marlow, al salir a la calle tras la visita a su tía se siente extraño: “sentí como si en vez de ir al centro de un continente estuviera a punto de partir hacia el centro de la tierra” (29-30)
    Y más adelante señala que “remontar aquel río era como volver a los inicios de la creación cuando la vegetación estalló sobre la faz de la tierra… aquel mundo extraño de plantas, y agua, y silencio… era la inmovilidad de una fuerza implacable que envolvía una intención inescrutable” (73). Aquí ya aparece la Naturaleza misteriosa e imprevisible como algo asociado al destino del ser humano. Por ello el rio, y la selva, son una clara metáfora del viaje iniciático del hombre pero también una metáfora del temor a lo desconocido. El destino y el misterio que rodea la vida del hombre será también un tema recurrente en el relato.
    b)Este viaje es también un descenso a los infiernos o a las tinieblas del corazón humano:
    “Al final llegué a la arboleda. Me proponía descansar un momento a su sombra, pero en cuanto llegué tuve la sensación de haber puesto el pie en algún tenebroso círculo del infierno…” (37) Y sigue una auténtica descripción bosquiana del infierno.
    El infierno es una clara crítica al colonialismo que aportaba no sólo explotación de los recursos naturales sino muerte por doquier, frutos de la esclavitud de otros seres humanos y de la ambición desmedida de los poderosos, en este caso los países colonizadores: “ese campo de la muerte a donde iban a parar los que ya no servían para trabajar por estar enfermos o ser inútiles ya” (37-38).
    Y al final de la novela, leemos la última frase: “Parecía conducir directamente al corazón de las inmensas tinieblas” (158).
    En otras palabras, en la novela, la metáfora del infierno no sólo está asociada con lo que supuso de horror el colonialismo sino también y directamente con las tinieblas del corazón humano, es decir, con el misterio y el horror que hace que el ser humano colonialista o conquistador se convierta en un infierno para los más débiles, en este caso, los indígenas africanos. No estamos muy lejos del “Infierno son los otros” de Sartre. Eso sí, en Conrad, esa maldad está siempre asociada con el misterio del ser humano: “es imposible comunicar la sensación de vida de una época determinada de la propia existencia, lo que constituye su verdad, su sentido, su sutil y penetrante esencia. Es imposible” (58).
    Ese infierno o tinieblas del corazón humano está asociado también en la novela con la Naturaleza en toda su inmensidad y sus fuerzas oscuras y con la tierra en general a partir de la visión de aquel continente africano: “La tierra no parecía la tierra. Nos hemos acostumbrado a verla bajo la imagen encadenada de un monstruo conquistado, pero allí…allí podía vérsela como algo monstruoso y libre.” (78)
    Ese infierno y tinieblas también estaría asociado además con los indígenas o salvajes, o con los hombres en general a través de esa visión terriblemente pesimista del ser humano que rezuma toda la novela de Conrad y que dicho sea de paso, mitiga un poco este párrafo que podría pasar por ambiguo respecto al indigenismo africano de esa época: “Era algo no terrenal, y los hombres eran… No, no se podía decir inhumanos. Era algo peor, sabéis, esa sospecha de que no fueran inhumanos… Aullaban, saltaban, se colgaban de las lianas, hacían muecas horribles, pero lo que en verdad producía estremecimiento era la idea de su humanidad, igual que la de uno, la idea del remoto parentesco con aquellos seres salvajes, apasionados y tumultuosos. Feo, ¿no?” (78).
    Y finalmente ese infierno o tinieblas del ser humano están asociados a esa visión de irrealidad que recorre todo el relato. De ahí que esa irrealidad pueda interpretarse como un extrañamiento continuo del autor Conrad respecto al horror del colonialismo y a los bajos fondos del ser humano : “veía entonces la estación y aquellos hombres que caminaban sin objeto por el patio… Caminaban de un lado a otro con sus absurdos palos en la mano, como una multitud de peregrinos embrujados en el interior de una cerca podrida… La palabra marfil permanecía en el aire…como si fuera la emanación de un cadáver… Nunca en mi vida he visto nada tan irreal.” (49).
    Y más adelante vuelve a profundizar mostrando la absurdidez del comercio del marfil y del colonialismo: “Era tan irreal como todo lo demás, como las pretensiones filantrópicas de la empresa, como sus conversaciones, como su gobierno, como las muestras de su trabajo. El único sentimiento real era el deseo de ser destinado a un puesto comercial donde poder recoger el marfil y obtener el porcentaje estipulado” (52-53).
    c)Condena mitigada, o con matices, al colonialismo, y tal vez al corazón de las tinieblas del ser humano:
    Por un lado, están las numerosas referencias explícitas pero también veladas a esos aspectos tanto positivos como negativos relativos al colonialismo citados anteriormente y de los cuales el cuadro pintado por el propio Kurtz puede interpretarse como un símbolo de esos claro-oscuros: “Entonces pude ver un pequeño cuadro al óleo en un marco, representando a una mujer envuelta en telas y con los ojos vendados, que llevaba en la mano una antorcha encendida. El fondo era sombrío, casi negro. La mujer permanecía inmóvil y el efecto de la luz de la antorcha en su rostro era siniestro.” (53).
    Por el otro, está la propia figura de Kurtz que representa esa condena ambigua o mitigada al colonialismo belga. Así nada más terminar la descripción del cuadro por parte de Marlow, el mismo empleado de la estación central se pone a hablar muy positivamente de Kurtz: “Es un prodigio… Es un emisario de la piedad, la ciencia y el progreso, y sólo el diablo sabe de qué más. Nosotros necesitamos para realizar la causa que Europa nos ha confiado, por así decirlo, inteligencias superiores, gran simpatía, unidad de propósitos…y de pronto llegó aquí, él, un ser especial…”(54). El propio Marlow se siente atraído desde el primer momento por ese personaje tan relevante para la compañía comercial belga. Marlow narra que “de vez en cuando dedicaba algún pensamiento a Kurtz…sentía curiosidad por saber si aquel hombre que había llegado equipado con ideas morales de alguna especie lograría subir a la cima después de todo, y cómo realizaría su trabajo una vez que lo hubiese conseguido.”(64).
    El propio Kurtz rescatado ya en el barco de vapor, le cuenta a Marlow su visión de los blancos en África y todo el poder que tenían en sus manos : “debemos por fuerza parecerles a ellos [los salvajes] sobrenaturales: nos acercamos a ellos revestidos con los poderes de una deidad”…”Por el simple ejercicio de nuestra voluntad podemos ejercer un poder para el bien prácticamente ilimitado” (103)
    Pero el relato de Marlow nos va a señalar todas las monstruosidades de que ha sido capaz Kurtz erigiéndose en una especie de deidad diabólica para los indígenas, al tiempo que también nos va a mostrar esa evolución de Kurtz que va a terminar convirtiéndose en un auténtico descenso a los infiernos – “La soledad le había acariciado la cabeza; y se la había convertido en bola, una bola de marfil… Había acogido a Kurtz, lo había amado, abrazado, se le había infiltrado en las venas, había consumido su carne, había sellado su alma con la de él por medio de ceremonias inconcebibles de alguna iniciación diabólica” (100-101) –, y que culminará con el post scriptum añadido más tardíamente a su, digamos, especie de testamento: “al final de aquella apelación patética a todos los sentimientos altruistas, llegaba a deslumbrar, luminosa y terrible, como un relámpago en un cielo sereno: “¡Exterminad a esas bestias!” Lo curioso era que al parecer había olvidado todo lo relacionado con aquel importante post scriptum” (103).
    El personaje de Kurtz es claramente una metáfora de la condena al colonialismo europeo con sus luces y sus numerosas y terribles sombras, y por extensión a todo tipo de colonialismo. Cuenta Marlow:“Debíais haberlo oído cuando decía: “mi marfil, mi prometida”… Todo le pertenecía…pero aquello no significaba nada. Lo importante era saber a quién pertenecía él, cuántos poderes de las tinieblas lo reclamaban como suyo” (101)
    El relato también indica claramente que Marlow, el alter ego de Conrad, era perfectamente consciente del engaño terrible que supuso el colonialismo: “Traté de insinuar que lo que a la compañía le interesaba era su propio beneficio”, dice hablando con la tía. (29)
    No obstante, esos claro-oscuros son recurrentes en la novela y de ahí la necesaria mentira de Marlow a la prometida de Kurtz al final de la novela. La interpretación sería la siguiente: el hecho de que Marlow, después de todo lo que ha visto en África y de ser lúcido respecto a la duplicidad de Kurtz y a la doble moral de los colonizadores, mienta sobre las últimas palabras de Kurtz antes de morir – que no fueron decir el nombre de la prometida, sino el horror por todo lo acontecido en África y al cual él mismo contribuyó –, podría verse como una comparación de lo que los europeos hacían al hablar de las colonias en África: seguir engañando sobre el horror de lo que los colonizadores hacían en aquel continente, y por extensión en otros muchos.
    d)Sueño y realidad
    Y de ahí también el que el relato parezca algo onírico o más propio de un sueño: “Me parece que estoy tratando de contar un sueño… que estoy haciendo un vano esfuerzo, porque el relato de un sueño no puede transmitir la sensación que produce esa mezcla de absurdo, de sorpresa y aturdimiento en una vibración de rebelión y combate, esa noción de ser capturados por lo increíble que es la misma esencia de los sueños.” (58) Sueño, imaginación, visión fantasmagórica, irrealidad se confunden continuamente con la realidad en el relato de Marlow: “Cuando uno tiene que estar pendiente de ese tipo de cosas, los meros incidentes de la superficie, la realidad, sí, la realidad digo, se desvanece. La verdad íntima se oculta, por suerte. Pero yo la sentía durante todo el tiempo.” (74)
    e)El YO profundo relacionado con la complejidad del ser humano y con las tinieblas del corazón:
    Es también digno de reseñar en este relato, toda una serie de reflexiones que Conrad hace sobre ese Yo mucho antes de que Freud analizara ese YO oscuro y profundo. Conrad nos muestra continuamente ese “YO”, sus recovecos, sus frustraciones, sus instintos o pulsiones, sus contradicciones, en definitiva el bien y el mal que anidan en el corazón del ser humano.
    Hablando de por qué esos caníbales no se comían a los blancos en el barco, aunque el lector pueda pensar que tampoco lo hacían por el temor a que los blancos los castigarían, Marlow, el alter ego de Conrad, habla de inhibición o frustración: “Comprendí que alguna inhibición, uno de esos secretos humanos que desmienten la probabilidad de algo, estaba en acción” (87)
    Tambien, Marlow hablando de sí mismo, sostiene esta reflexión, digna de un gran filósofo o psicoanalista: “La propia realidad, eso que sólo uno conoce y no los demás, que ningún otro hombre puede conocer. Ellos sólo pueden ver el espectáculo, y nunca pueden decir lo que realmente significa” (61). Y un poco más adelante refiriéndose a la mente humana, señala un pensamiento que cualquier neurólogo actual podría hacer suyo: “La mente del hombre es capaz de todo, porque todo está en ella, tanto el pasado como el futuro… Pero había una verdad, una verdad desnuda de la capa del tiempo…”(78).
    Y finalmente Marlow hablando de Kurtz, incide en esa visión peculiar, ontológica, del mal: “Le vi extender un brazo…hacia la selva, la ensenada, el barco, el río; parecía sellar con un gesto vil ante la iluminada faz de la tierra un pacto traidor con la muerte en acecho, el mal escondido, las profundas tinieblas del corazón humano.” (72)
    CONCLUSIONES
    Aunque es una novela de aventuras, el trasfondo es mucho más que eso, por un lado, una denuncia del colonialismo de finales del siglo XIX y comienzos del XX, y por el otro, un viaje iniciático al interior del alma humana, ese yo profundo y misterioso de la persona lleno de tinieblas. En este sentido, la novela se nos presenta incluso como un verdadero descenso a los infiernos del corazón humano.
    Por ello podemos concluir que es una novela de aventuras realista, basada en hechos muy reales y abyectos que ocurrieron en África, así como una mirada, en muchas ocasiones onírica e irreal, como si esos hechos no hubiesen ocurrido realmente, pero en otras, sin paliativos ante ese horror de los colonizadores con los indígenas de África y por extensión de otros muchos países.
    El título de la novela, El corazón de las tinieblas, puede interpretarse por tanto como una doble metáfora: ya sea una metáfora mítica refiriéndose a la Naturaleza y a esa noche de los primeros tiempos del hombre cuando todo eran tinieblas, ya sea una metáfora ontológica y realista haciendo referencia al mal que hizo el colonialismo, pero también al mal que puede anidar en el ser humano.
    Zamora, 4 de junio de 2016

Los comentarios han sido desactivados.