La próxima sesión que tendrá lugar el 9 de mayo (19 h.) comentaremos la novela de Philip Roth, El profesor del deseo.
Philip Roth (Newark, New Jersey. 1933) Escritor representante de la escuela judía de la novela norteamericana. Estudió en las universidades de Rutgers, Bucknell y Chicago. Enseñó inglés en las universidades de Chicago y de Iowa. Por su primera obra, Adiós, Colón (1959), un libro de relatos sobre la vida de los judíos en Estados Unidos, ganó en 1960 el National Book Award (Premio Nacional del Libro). El relato que da título al libro fue llevado al cine en 1960. Su primera novela, Huida (1962), relata la agonía de un joven catedrático judío que se debate entre la razón y los sentimientos. La queja de Portnoy (1969), libro muy leído y controvertido que está escrito en forma de autobiografía, relata la vida sexual de Alexander Portnoy a través de su monólogo desde el diván de su psiquiatra. Las novelas El pecho (1972) y La gran novela americana (1974), esta última sobre el deporte del béisbol, suponen un cambio hacia la literatura fantástica, mientras que Mi vida como hombre (1975) señala una vuelta a temas más introspectivos. Las novelas El escritor fantasma (1979), Zuckerman (1981), Contravida (1987) y La mancha humana (2001), relatan la vida y carrera del escritor y protagonista Nathan Zukerman. La obra de Philip Roth se caracteriza por analizar con fino humor las desesperanzas y fantasías de los judios estadounidenses aunque también pinta de una manera sarcástica a la clase media en general.Otros premios recibidos: Pulitzer (1997), Medalla Nacional de las Artes de la Casa Blanca (1998) y Medalla de Oro de Narrativa de la American Academy of Arts and Letters (2002).
El profesor del deseo En sus tiempos de estudiante universitario, David Kepesh dice de sí mismo que es «un bribón entre los sabios, un sabio entre los bribones». Poco se imagina él hasta qué punto ha de cumplirse en el futuro dicho lema, ni el daño que le hará. Porque Philip Roth, mientras acompaña a Kepesh desde su niñez en familia hasta adentrarse en el vasto campo de las posibilidades eróticas, partiendo de un ménage à trois en Londres para caer en las garras de la soledad en Nueva York, va creando una novela inteligente, conmovedora y, muchas veces, hilarante, planteada sobre el dilema del placer: por qué lo buscamos, por qué huimos de él, y cómo nos empeñamos en pactar una tregua entre la dignidad y el deseo.
Más información:
- Reseña de la novela en Letralia
- Reseña de la novela en El Confidencial
- Entrevista a Philip Roth en El País
1 comentario
Pedro Lacámara
11 mayo, 2016, a las 23:28 pm (UTC 2) Enlace a este comentario
EL PROFESOR DEL DESEO DE PHILIP ROTH (1977, 2007). COMENTARIOS
-La técnica narrativa de la obra gira en torno a cierto paralelismo – esta técnica nos recuerda también a Sumisión de Houellebecq, leída no hace mucho en este Club – por un lado entre la obra de Chéjov sobre la que el joven profesor universitario, David Kepesh, protagonista y narrador de esta novela, está haciendo su tesis doctoral, y por el otro la filosofía de esta novela: posiblemente, y salvando las distancias de época y maneras de escribir, el nexo de unión entre Chéjov y Roth se halle precisamente en ese canto a la vida y a la realidad que los caracteriza a ambos escritores. El escritor Doctorow hablando de Chéjov como la voz más natural de la ficción, escribe: “Sus cuentos parecen esparcirse sobre la página sin arte, sin ninguna intención estética detrás de ellos. Y así uno ve la vida a través de sus frases” (Wikipedia: Chéjov). Y el propio Chéjov dice de su obra: “No deseo mostrar una convención social, sino mostrar a unos seres humanos que aman, lloran, piensan y ríen. No podía censurarlos por un acto de amor” (ídem). No obstante en esta novela, existen también unas referencias o filiaciones muy claras también con Kafka, Flaubert o Colette, que una vez más se podrían caracterizar como escritores realistas en el sentido amplio del término.
En cambio, aunque algunos de los personajes principales de las obras de Chéjov nos aparecen ya un tanto atribulados y atormentados por sus propios sentimientos, no siempre muy claros, aquí en la novela de Roth son en su mayoría personajes muy neuróticos, especialmente el protagonista y Helen, pero también en menor medida Birgitta o Claire.
-La trama de la novela es bastante sencilla: parte de la infancia y adolescencia del protagonista, lo cual sirve en cierto modo para mostrar las raíces de la familia del protagonista (clase media americana de origen y cultura judía), sigue luego con su juventud y formación universitaria en Londres y su vuelta a Estados Unidos hasta llegar a ser profesor universitario especialista de Chéjov y de literatura comparada. Su educación sentimental y amorosa por así decirlo se fraguará a través de tres relaciones amorosas pero a fuerte dominante sexual: el ménage à trois con dos jóvenes suecas durante su año de formación en Londres, el enamoramiento de la bellísima y neurótica Helen y finalmente la relación con la dulce, serena, realista y aparentemente equilibrada Claire.
-Algunas características de la novela:
.El tono general de la novela se debate entre la gravedad de los temas y un gran humor a veces explícito y a veces sobreentendido.
.Se dan opiniones encontradas sobre si la visión de la novela podría dejar entrever cierta misoginia al considerar a la mujer únicamente como puro objeto de deseo o no, al mostrar más bien unas relaciones sexuales entre adultos que las aceptan libremente.
.la lectura produce en algunos cierta desazón, e incluso mal sabor al ver lo contradictorio que puede ser el protagonista o su incapacidad para ser feliz con las mujeres.
.a algunos no gusta esa sexualidad exacerbada o el lenguaje excesivamente crudo con el que se describe la relación sexual.
.gusta mucho el contraste entre el personaje transgresor de Helen y el carácter sereno, dulce y límpido de Claire.
-Es relevante señalar que aunque la novela en su estructura narrativa se nos presente como un viaje iniciático, o una especie de Odisea particular, hacia la vida adulta y cuyo núcleo duro no esté constituido para nada de ciertos aspectos americanos tan pragmáticos como la obtención de un gran éxito profesional o el descollar en un sector cualquiera, sino todo lo contrario el analizar las relaciones individuales entre el aspecto sexual, el amoroso y la felicidad, sin embargo no se emita ningún juicio de valor sobre los personajes, ya sea el protagonista como Birgitta o Helen ni se saquen conclusiones ciertas sobre los comportamientos o las obsesiones de los personajes principales.
Lo cual nos lleva a representarnos la novela más bien como una gran indagación respecto a ese valor esencial que es el deseo sexual como sinónimo de pasión, y finalmente sobre la vida misma; y a resaltar la importancia, a lo largo de toda la novela, de las grandes preguntas que se hacen especialmente el protagonista y en cierto modo Helen, pues a la postre, como le contesta el amigo del padre del protagonista a Claire al final de la novela: “ Cariño, vivir es preguntar. Quizá sea para eso para lo que vivimos. Así parece.” (248)
-También es muy significativa la otra visión fuerte de la novela que Philip Roth nos quiere mostrar en El profesor del deseo, y que tal vez vaya más allá o incluso más lejos, del tema fundamental de la novela, el deseo erótico o sexual: la narración literaria es como la vida misma, y la vida misma es lo que uno se cuenta de ella. En otras palabras, narración y vida son una misma realidad. Y de ahí, la gran importancia de la narrativa (novela, cuento, relato corto o teatro) para comprender qué es la vida. “Espero – escribe el profesor en la conferencia introductoria a su curso sobre el deseo erótico – que leyendo estos libros lleguen ustedes a aprender algo valioso sobre la vida en uno de sus desconcertantes y enloquecedores aspectos. Y yo también espero aprender algo. Ya no cabe diferir más el momento de empezar a revelar lo no revelable, el deseo del profesor y su historia” (p.180).
Y aunque las novelas que vayan a estudiar en el curso próximo sean Madame Bovary de Flubert, Anna Karenina de Tólstoi y Muerte en Venecia de Mann, todas ellas girando en torno al tema del deseo erótico, no hay que olvidar que para la preparación de ese curso de literatura comparada, el joven profesor también está leyendo a Mishima, Gombrowicz y Genet, los cuales representan una versión más fuerte y cruda del sexo, no por ello menos ausente del panorama complejo de la galería humana.
-Analicemos más detalladamente ese “deseo del profesor” pues como veíamos, en esa identificación fuerte de narrativa y vida real, el tema fundamental, desconcertante y enloquecedor, como lo tilda el propio narrador-protagonista de la novela, no es el amor, una noción semántica también ambigua y compleja, ni siquiera el sexo descrito con cierta crudeza, como la vida misma, sino el deseo erótico o sexual individual como pasión llamada a desaparecer, que encarna y obsesiona al protagonista de la novela, David Kepesh.
a)Por una parte, podría entreverse en la narración que ese deseo sexual o el placer fuerte que conlleva su puesta en práctica formaría parte de esos instintos básicos del ser humano pero que habrían sido reprimidos por la cultura (dixit Freud) o la sociedad en general y en particular por la visión judaica o judeocristiana.
De ahí que se lea entre líneas una crítica a cierta visión encorsetada de la tradición judaica americana y al puritanismo, y también se desprenda o se explicite cierto sentimiento de culpabilidad en el protagonista.
Aunque también quedaría bastante claro en la mente del protagonista los excesos que cometió en su paso por Londres o ese apetito desmedido, o sin límites en el deseo sexual
A esa visión represiva del deseo sexual, habría que añadir otro aspecto también importante: la insatisfacción que produce el propio deseo sexual una vez, digamos, consumido por un tiempo. En otras palabras, el propio deseo erótico conlleva en sí mismo ese punto álgido que en la novela representa el orgasmo, pero también su caída, la vida efímera de la pasión o la propia pérdida del mismo deseo. También hace numerosas alusiones la novela al aburrimiento en la vida si no hubiera ese aliciente del deseo sexual, así como a la falta de intriga una vez que ese deseo sexual desapareciera.
Por todo ello, dentro cierta neurosis, vista como incapacidad a ser felices, que caracteriza a David y a Helen, podemos establecer cierta diferenciación entre los dos: en Helen la neurosis vendría en parte por el error cometido en el pasado, es decir por haberse dejado de su conciencia y moralidad y no permitir que Jimmy, su gran amor, pudiera cometer un asesinato, también por su excesivo libertinaje desde muy joven tal vez llevada por su propensión al aburrimiento o al no hacer nada, así como por su espíritu tan indeciso, mientras que en David, esa neurosis estaría directamente relacionada con su obsesión por el miedo a la pérdida del deseo erótico, la impotencia, y en última instancia por estar relacionada con el temor a la muerte de su padre y la suya propia.
Además de esos aspectos, es relevante señalar que el deseo erótico es vivido siempre por el protagonista unas veces como una gran obsesión hasta el punto de llegar a obscurecer en ocasiones el gran placer sexual que experimenta, precisamente por no tener respuesta alguna a esa ambigüedad diríamos ontológica o propia del ser humano que representa ese deseo erótico – pues como diría Freud, la cadena del deseo es infinita –, y otras, como un gran temor, el de la impotencia sexual visto en la novela como una ausencia de deseo sexual. Así, el protagonista le cuenta a Claire en un momento de confidencialidad que ya está libre del fantasma de Kafka y de la obsesión por Birgitta: “Mis días bloqueados quedan atrás, junto con los desbloqueados: ¡no más “mas”, y no más nada, tampoco!”(176) Ese es uno de los aspectos que más le desestabilizaron en su juventud, ese querer siempre “más” que la propia práctica sexual parecería que le estaba como requiriendo.
Dos de estos aspectos son sugeridos en el diálogo entre Helen y el protagonista cuando ésta le hace una visita, ya casada y embarazada: la represión y la insatisfacción. Helen comentándole a David lo que piensa de Claire dice de ella que “Es guapa, es inteligente, bien educada, y lo que se veía debajo del albornoz estaba muy bien. Y como propina hay en ella algo de infantil e inocente que yo…nunca tuve. Algo que le enseña el modo de estar satisfecha con lo que tiene…¿Sabes tú cómo lo hacen? ¿Cómo consiguen ser tan buenos? Ya me imaginaba yo que sería algo así. Llena de vida y guapa y buena…Leslie también… Ay David, ¿cómo puedes soportarlo”. A lo que David responde: ”Porque yo también estoy lleno de vida y soy guapo y soy bueno”. A lo que Helen objeta: “No… no igual que ellos. Ellos son todo eso de un modo natural e ingenuo. Por mucho que te empeñes, no es lo mismo, ni siquiera para un maestro de la represión, como tú. No eres como ellos (210).
b) Por otra parte, ese deseo sexual o como pasión, a pesar de su efímera vida, sería un valor fundamental en la vida y constituiría una especie de compensación o de refugio, siempre temporal, frente al resto de insatisfacciones de la vida. De ahí que el profesor universitario no dude en hablar en sus primeras clases del curso sobre el deseo erótico y su historia de su propia vida amorosa.
Este improbable discurso de un profesor contando su vida amorosa y su deseo sexual a sus estudiantes en un curso de literatura comparada, a pesar de la consabida interacción entre profesor y estudiantes en los seminarios de la universidad anglosajona, muestra una vez más la conocida dimensión TRANSGRESORA de la literatura para significar aquí la gran importancia, como ya dijimos, entre la literatura y la vida, la ambigüedad del deseo erótico o del sexo, así como esa fabulosa posibilidad de mostrar los arcanos más profundos del ser humano.
Pero también es digno de señalar la gran complejidad de lo humano y en particular aquí del sexo, que no habría que definir para nada como algo puramente corporal o carnal, como escribe el protagonista hablando de la vida amorosa y sexual de Colette y que es también revelador de la visión del novelista: “he estado preguntándome si alguna vez habrá habido en Estados Unidos algún escritor cuyo punto de vista en lo tocante al hecho de dar y recibir placer se pareciera vagamente al de Colette… alguien tan abierto a toda la gama de las solicitaciones corporales, tan sintonizado con los ofrecimientos sensuales del mundo, tan experto en las más finas gradaciones del sentimiento amoroso, y sin embargo inmune a toda clase de fanatismo… La suya parece haber sido una naturaleza exquisitamente sensible a todo lo que el deseo ansía y promete – “los placeres que tan a la ligera llamamos físicos” – pero al mismo tiempo totalmente limpia de conciencia puritana… (197)
Zamora, a 11 de mayo de 2016