En la próxima sesión que tendrá lugar el 28 de marzo (19.15), comentaremos la obra del dibujante japonés Jiro Taniguchi: El almanaque de mi padre.
Jiro Taniguchi (Tottori, Japón, 1947) Autor de historietas y dibujante, se inició en el mundo del manga como asistente del dibujante Ishikawa Kyota. En 1970 debuta con Kareta Heya (Un verano seco). Desde entonces hasta 1975, cuando publica su primera serie propia, Namae no Nai Doubutsu (Animales sin nombre), dibujará historias cortas para diversas revistas.
A partir de entonces, inicia una prolífica etapa en la que publica numerosos trabajos junto a diferentes guionistas. Destaca su colaboración con Natsuo Sekikawa que incluye títulos como Botchan no jidai (La época Botchan, 1987-1996), una larga obra basada en el clásico de la literatura japonesa del escritor Natsume Soseki sobre la vida en Japón durante la era Meiji, por la que recibiría el Premio Cultural Tezuka Osamu en 1998.
Más tarde, alrededor de 1991, empezará a alternar su colaboración con otros guionistas con obras en solitario, más intimistas, entre las que figuran Aruku hito (El caminante, 1990-1991), Chichi no koyomi (El almanaque de mi padre, 1994) o Haruka-na machi e (Barrio lejano, 1996), con la que consiguió el premio L`Alph Art al mejor guión en el Festival de Angulema de 2003 y el premio a la mejor obra en el Salón del Cómic de Barcelona de 2004.
Entre sus obras de los últimos años figuran Sosaku Sha (El rastreador, 2000), Seton (2004), Hare yuku sora (Un cielo radiante, 2005) o Mahou no Yama (La montaña mágica, 2007), su primera obra publicada en formato álbum europeo y a color. De 2008 es la obra autobiográfica Fuyu no dobutsuen (Un zoo en invierno), donde relata el traslado desde su pueblo natal a la gran ciudad y sus inicios en el mundo del manga en Tokio, como ayudante de un maestro mangaka.
El almanaque de mi padre, premio del Festival de Angulema de 2001, es para muchos la obra maestra de Taniguchi. Ligeramente autobiográfica, la historia sigue los pasos de Yoichi quien, tras varios años de ausencias más o menos justificadas, debe volver a su ciudad natal para acudir al funeral por el fallecimiento de su padre. El reencuentro con el pasado se le impone para rememorar los años de la infancia: la peluquería de su padre, el incendio que asolaría la ciudad en 1952, la separación de sus progenitores…
Taniguchi, como es habitual en él, narra la historia con un ritmo pausado, deteniéndose en lo cotidiano y en los pequeños detalles. Alternando la memoria y el pasado del protagonista con su realidad y presente, nos pone en el lugar de quien, en algún momento, se cuestiona su propia evolución personal a partir del ejercicio del recuerdo.
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