«

»

Sesión 2. Club ARTEMISA: El palacio azul de los ingenieros belgas, de Fulgencio ARGÜELLES

El próximo 24 de octubre (11:00) comentaremos la obra de Fulgencio Argüelles, El palacio azul de los ingenieros belgas.

Fulgencio Argüelles nació en Orillés (Asturias) en 1955. Después de una larga estancia en Madrid, donde estudió Psicología, en 1997 regresó a Asturias para vivir en Cenera (Mieres), lugar de su infancia y juventud. Su primera novela, Letanías de lluvia, recibió el premio Azorín (1992). En 1996, publicó Los clamores de la tierra y, en 1998, el libro de relatos Del color de la nada. Su novela Recuerdos de algún vivir recibió el Premio Principado de Asturias (2000). El palacio azul de los ingenieros belgas es su cuarta novela , ganadora del Premio Café Gijón (2003). También ha publicado los libros de relatos Del color de la nada y Seronda, éste último en asturiano y en colaboración con el pintor asturiano J. Enrique Maojo.

Esta bella portada de El palacio de los ingenieros belgas (Acantilado, 2011), ya dice mucho de la sensibilidad con la que vamos a adentrarnos en la vida de Nalo. Es esta una novela que nos sitúa en torno a los años de la Dictadura de Primo de Rivera (1934), años revolucionarios en Asturias, una época que dio en llamarse “de las chimeneas”, cuando aparecen unos empresarios industriales que llegaron dispuestos a explotar los grandes recursos de esta tierra.

La historia nos la va contando un niño al que el autor hace evolucionar poco a poco ante nuestros ojos, y que en palabras del propio autor: “es un aprendiz de jardinero empeñado en buscar y alcanzar la sabiduría”. Nalo es un personaje creíble, que inicia el relato siendo aun un niño y nos llevará de su mano por la historia, mostrándonos la convivencia entre dos mundos: ricos y pobres, en una visión personal carente de rencor. La novela refleja la búsqueda constante del conocimiento y la perfección. Y a través de la vida de los personajes nos presenta momentos históricos que anuncian grandes cambios. Un libro excepcional que nunca podremos olvidar. Una buena historia muy bien escrita llena de realismo y carente de rencor.

Esperamos vuestros comentarios.

2 comentarios

  1. Julia

    En la segunda sesión que hemos tenido del libro de Fulgencio Argüelles, El palacio azul de los ingenieros belgas, los comentarios han sido variados. Para algunas no es creible.
    Esta narrado en primera persona con un vocabulario culto, lleno de poesía, frases muy largas que te hacen leerle despacio para disfrutarlas, puede que los personajes esten poco definidos, pero para mi, la manera de expresar sus pensamientos, de elaborar sus frases me han echo disfrutar de su lectura. Por lo cual lo recomiendo.

  2. Concha Pelayo

    El libro es un canto a la esperanza, a la alegría de vivir, a la fortaleza humana cuando la vida interior de cada cual es un acto de superación continuo.

    El autor nos enseña a valorar lo que supone el crecimiento interior de una persona, ese crecimiento que lo lleva lejos sin que intervengan, ni el poder, ni el dinero, ni la posición social, sino la persona en sí misma, por lo que siente, por lo que piensa, por su relación con los demás.

    El protagonista, Nalo, ha vivido su vida sin desperdiciar un solo minuto, absorbiendo cada instante lo que ocurría en derredor, lo que ocurría a las personas, lo que ocurría con los objetos o con las plantas. Al tiempo que iba creciendo, tanto en lo físico como en lo psíquico, observaba como crecían los demás e iba reflexionando sobre las actitudes de los unos y de los otros. Un libro alegórico, preñado de metáforas donde la sensibilidad del autor juega con las palabras construyendo frases bellísimas que, en muchas ocasiones, nos han hecho retroceder para volver a saborearlas, para volver a recrearnos en tanta belleza.

    Se podrían rescatar muchas frases, cada cual más sustanciosa. Voy a referirme a la página 303, cuando ya Nalo ha vivido todo lo que un hombre puede vivir y en una de sus reflexiones dice: Y VI PASAR AQUELLA GUERRA, PERO NO DIJE ADIÓS, NO DIJE NADA PORQUE UN HOMBRE SABIO DEBÍA CONTAR CON TODO, ESTAR SIEMPRE EXPUESTO, PERSEGUIDO POR SUS EXIGENCIAS VITALES Y DISPUESTO A LA TRANSFORMACIÓN PAULATINA DE LAS COSAS EXTERNAS, IGUAL QUE UN BUEN JARDINERO DEBÍA ADVERTIR EL SUFRIMIENTO DE LAS PLANTAS Y MEDIR CON LA MIRADA SU CRECIMIENTO, IGUAL QUE UN BUEN CAMARERO SIEMPRE DEBÍA ESTAR OCUPADO AUNQUE NADA TUVIERA QUE HACER Y DEBÍA ANTICIPARSE A LAS ÓRDENES Y ADVERTIR LOS DESEOS DE LOS SEÑORES ANTES DE QUE SE PUSIERAN DE MANIFIESTO, ASÍ EN LA VIDA HABÍA QUE ACTUAR PARA CONVERTIRSE EN SABIO, DEJAR QUE LOS SENTIDOS PALPITARAN ANTE LA SUBREVACIÓN DE TODAS LAS COSAS, CONTAR CON TODO, CONTAR CON LA EVIDENCIA, CON EL SOL Y LA TIERRA Y EL MAR, CON TODO CUANTO PERMANECÍA, Y CONTAR TAMBIÉN CON LAS PASIONES QUE PAREECÍAN DORMIDAS Y CON LAS PARÁBOLAS EQUIVOCADAS QUE POBLABAN EL MUNDO Y CON LAS DEFICIENCIAS DEL HOMBRE Y SUS LIMITACIONES, CONTAR CON EL DOLOR Y TAMBIÉN CON LA ALEGRÍA ANTES DE QUE SE MANIFESTARAN Y CONTAR SOBRE TODO CON LA DUDAA, DEJARSE DESGASTAR POR ELA HASTA ELFONDO PARA DESCUBRIR AL FIN EL TESORO DEL CONOCIMIENTO.

    Por último, decir que me ha llamado mucho la atención el poco protagonismo de los ingenieros belgas, pese al título del libro que los cita expresamente. El protagonista deja a los ingenieros de lado y apenas sabemos nada de ellos porque aquellos no influyeron para nada en Nalo. Creció al margen de ellos y al lector nos han pasado desapercibidos.

    A mi, curiosamente, me han recordado a aquellos ingenieros de Iberduero que había en mi pueblo, cuando yo era niña, en el Poblado del Esla y vivían en un palacete de piedra, rodeado de jardines y donde había un rótulo a la entrada que decía “Prohibida la entrada”. En aquel poblado, yo vivía mi vida absorbiendo todo lo que ocurría en derredor y ayudándome a crecer interiormente, mientras que a los ingenieros los veíamos en misa los domingos, cuando pasaban a comulgar, nada más. Ellos vivían aislados, haciendo su vida y los demás vivíamos la nuestra, intensamente, incluso el jardinero también vivía inmerso en sus rosales y en sus lilos para que estuvieran resplandecientes. Recuerdo lo importante que fue para mí aquella infancia en aquel lugar, la nitidez con que recuerdo cada día y la nebulosa en la que quedaron los ingenieros.

    En definitiva, un precioso libro muy recomendable.

Los comentarios han sido desactivados.