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Sesión 15. Club MUCHALETRA: “Tres cuentos” de Gustave Flaubert

En la próxima sesión del club, el lunes 11 de junio (última del curso), a las 19 h., comentaremos el libro de Gustave Flaubert, Tres cuentos.

Gustave Flaubert

Durante medio siglo, las burguesas de Pont-l’Évêque tuvieron envidia a la Sra. Aubain de su criada Félicité. Por cien francos al año, atendía a la cocina y al cuidado de la casa, cosía, lavaba, planchaba, sabía aparejar un caballo, cebar las aves, batir la manteca, y permaneció fiel a su ama, que, sin embargo, no era persona agradable.

(Inicio de Un corazón sencillo)

Gustave Flaubert (1821-1880) nació en Normandía, es autor de varios libros que se han convertido en clásicos de la literatura universal, como es el caso de la magistral obra Madame Bovary que ha trascendido a través de los años.  Entre sus obras más destacadas figuran: Madame Bovary, 1857. La Educación sentimental, 1869. Tres cuentos, 1877. Bouvard y Pécuchet, 1881 (novela que no terminó), Diccionario de lugares comunes.

También escribió algunas novelas que mostraron su lado sentimental, donde el romanticismo se manifestaba constantemente al igual que en sus cartas (Correspondencia, 1887-1893) que se publicaron cuando el autor ya había fallecido.

Tres cuentos (1877) es la última obra acabada, la más madura que escribió Gustave Flaubert.
Un corazón sencillo- el mundo moderno (asociado a Madame Bovary)-, es la historia de una modesta sirvienta en la Normandía rural del siglo XIX. Félicité es una mujer que vive feliz y satisfecha a pesar de que sus sucesivas entregas amorosas jamás fueron correspondidas. La leyenda de San Julián el hospitalario recrea minuciosamente la vida en la Europa medieval (y se asocia con su novela Las tentaciones de San Antonio) a través de la vida de San Julián, cazador compulsivo y parricida. Y, finalmente, Herodías, el mundo antiguo (relacionado con su obra Salambó) nos aproxima al relato bíblico de Salomé inspirado por el erotismo de su danza, que el autor hace extensible a la decapitación de San Juan, y pone de manifiesto la debilidad del perfecto Herodes, que no sabe qué hacer con el profeta preso, en un mundo tan caótico, tan ruidoso y vacío al mismo tiempo como aquél.