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Sesión 13. Club MUCHALETRA: “Las chicas de campo” de Edna O’Brien

El próximo lunes 13 de junio (19 h.) dedicaremos nuestros comentarios a Las chicas del campo, primera novela de la autora irlandesa Edna O’Brien.

Edna O'BrienEdna O’Brien (Tuamgraney, County Clare, Irlanda, 1930)  es una escritora irlandesa cuya obra se ambienta por lo general en la isla de Irlanda y aborda los conflictos internos de las mujeres y los problemas entre personas de distinto sexo. Nacida en una localidad rural del oeste de la isla, creció en una atmósfera marcada por el nacional catolicismo irlandés de los años 40, ambiente del que logra salir para estudiar Farmacia en Dublín, donde ejercería como farmacéutica hasta 1959. Ese año, se traslada a Londres junto a su marido, el también escritor  Ernest Gebler y empieza dedicarse por completo a la escritura.

Su primera novela, The County Girls (Las chicas de campo), vio la luz en 1960 y con ella inicia una trilogía que completarán The Lonely Girl (1962) y Girls in Their Married Bliss (1964). En conjunto siguen la trayectoria de dos muchachas que se atreven a probar nuevas experiencias, pierden su inocencia y descubren los sinsabores del amor y de la vida.

Su obra continúa con obras como Noche (1972), el monólogo de una mujer que padece insomnio; The High Road (1988); Time and Tide (1992), donde narra un viaje con LSD; House of Splendid Isolation (1994); Down by the River (1997), Wild Decembers (2000) e In the Forest (2002), basada en un hecho real: el asesinato a manos de un loco de una mujer y su hijo y un cura.

También ha publicado poesía, un ensayo biográfico sobre James Joyce y varias recopilaciones de cuentos entre las que destacan Mrs. Reinhardt and Other StoriesReturning Lantern Slides.

Las chicas del campo, el primer libro de Edna O’Brien sacudió la Irlanda rural de hace cincuenta años hasta el punto de que el párroco de la localidad natal de O’Brien compró y quemó la obra en presencia de sus vecinos. La protagonista, la joven Caithleen ha crecido en una pequeña comunidad rural, alejada de la capital amparada por el cariño y la fortaleza de su madre y temerosa de un padre violento y bebedor. Su paisaje vital se verá de pronto alterado por un suceso que cambiará completamente su vida y Caithleen se enfrentará a sus deseos y expectativas, poco coincidentes con lo esperable en una mujer de la época.

En esa nueva etapa, simultánea al fin de la infancia, la acompañarán sobre todo su amiga Baba y un conjunto de personajes que formarán parte de sus nuevas vivencias y configurarán el nuevo paisaje humano que la rodea.

Sus recuerdos de los pasado mezclan risas y lágrimas en su camino para convertirse en una mujer adulta y libre en la gran ciudad, la capital, Dublín. Los avatares de su paso por un colegio de monjas, la amistad, la llegada del amor, sus ansias de aventura e independencia nos llegan de su propia voz y van modelando las expectativas y los sueños que ella forja para su futuro.

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1 comentario

  1. Pedro Lacámara

    COMENTARIOS DE “LAS CHICAS DE CAMPO” DE EDNA O’BRIEN (1960, 1986)
    -Estructura de la novela: el relato está construido a partir de una narradora adolescente, Cathleen (a partir de ahora Cait), que nos va mostrando las diferentes etapas de esa adolescencia y primera juventud. Ese planteamiento narrativo, unido a otros signos de la novela, significaría que esa narradora representaría en cierto modo la visión de la vida de la propia autora real.
    En la narración podemos distinguir, implícitamente, tres etapas que se podrían caracterizar desde dos puntos de vista, complementarios, ya sea por el lugar, ya sea por la propia evolución de las dos amigas y personajes principales de la novela, Baba y Cait, ambas de catorce años. Respecto al lugar, la primera etapa sería la vida en familia de las dos amigas. La segunda abarcaría los tres años de estudio que transcurren en el convento de monjas. Y la tercera correspondería al tiempo que pasan en Dublín tras ser expulsadas del convento.
    En cuanto a la propia evolución de esas dos amigas de infancia y adolescencia, que son las auténticas heroínas de la novela, hay que reseñar que esa evolución puede ser vista como una verdadera educación de ellas no sólo escolar sino sobre todo sentimental, por lo que la narración bien podría ser considerada como cierta novela de educación sentimental o de iniciación a la vida adulta. Además cada etapa va a ser definida por la propia narradora con una frase que la puede sintetizar:
    .la primera etapa se caracterizaría por el paso de la niñez a la adolescencia: tras la muerte de su madre, Cait, señala: “No sabría explicar por qué, pero en cierto modo mi madre estaba más muerta que ninguna otra persona de la que yo tuviese noticia… Aquel fue el último día de mi niñez” (84).
    .la segunda etapa se constituiría por esas vivencias negativas en el convento, que se caracterizarían por conllevar una vida austera, pobre, aburrida, sin alicientes, represiva y dura, lo cual empujaría a las dos chicas de campo al rechazo de ese modo de vida y a su acto de rebeldía. Daremos sólo dos ejemplos de ello: uno cuando la madre superiora le reprocha a Cait su equivocación de lugar del letrero: “Así que usted es la manzana podrida” (181). Y el otro cuando Cait le dice al padre de Baba como justificación por haberse dejado expulsar: “Odiábamos aquello, no lo soportábamos; queremos estar aquí” (189).
    .la tercera etapa, mucho más densa, se podría caracterizar por varios aspectos que van a conformar el contenido de esa educación sentimental y el paso a la vida adulta de las dos adolescentes y su primera juventud: “Fue entonces, imagino, cuando dio comienzo esa nueva fase de nuestras vidas: la de las atolondradas chicas de campo que se lanzan a la gran ciudad …. Éramos jóvenes y (así lo creíamos) bonitas” (208); el descubrimiento del propio cuerpo: “Me miré en la luna del ropero y admiré mis piernas mil veces. Las tenía bien torneadas, y me habían engordado las pantorrillas. Ya era adulta” (153); la ilusión o el despertar del amor: Cait hablando del señor Gentleman señala que “En el mismo momento en que lo vi aparecer en el salón supe que lo amaba más que a mi propia vida.” (154). Y por último, los primeros inicios del desengaño existencial, no sólo en lo amoroso cuando el señor Gentleman no acude al encuentro prometido para irse juntos a Viena, sino también por el fin de una amistad a la postre tan fuerte entre las heroínas de la novela y que marcarán claramente ese paso a la vida adulta de las dos jovencitas: “Me despedí del coche con la mano y ella me devolvió el gesto. Desde el otro lado del cristal, sus dedos delgados y blancos decían adiós a nuestra amistad. Se había marchado. Ya nunca volvería a ser igual, por mucho que lo intentáramos” (273).
    -El lenguaje y el estilo: es digno de reseñar en la novela ese lenguaje dotado de una gran belleza y por momentos de cierto halo poético en las descripciones del campo irlandés pero también de gran realismo al describir el duro clima irlandés o ese medio rural tosco, de gentes grises y desencantadas. Un lenguaje crudo y acerado cuando se trata de caracterizar el puritanismo o los tabús en ese catolicismo irlandés de los años cincuenta, y sin embargo, no exento de grandes dosis de humor, como por ejemplo, cuando la monja da inicio a la nota obscena de las protagonistas creyendo que se trataba de una auténtica oración. El estilo es digno de encomio y coherente en todo momento con los objetivos y filosofía de la novela.
    -Los personajes principales: Cait y Baba son sin duda los dos personajes más relevantes de la novela por la gran significación que aportan a la misma, no sólo porque Cait sea la narradora y la portadora de la visión del mundo de la autora, sino porque las dos representan la filosofía de la vida o los objetivos de la novelista: por un lado esa rebeldía ante un catolicismo irlandés que reprime todo signo de libertad amorosa y sexual, especialmente en la mujer, desde la más tierna infancia; y por el otro ese canto alegre a la independencia femenina y a la vida libre. Y aunque las dos heroínas sean descritas profusamente en sus comportamientos y visión de las cosas como muy opuestas entre sí, las dos se nos muestran como dos grandes amigas que más allá de ciertos detalles criticables en Baba respecto a Cait, se complementan y se necesitan la una a la otra, aunque Cait tienda al romanticismo, como en las novelas de amor que le leía Molly, mientras que Baba sea puro pragmatismo. Por eso cuando el padre de Baba le dice a Cait que siempre ha sido el pelele de Baba, Cait le contesta: “Yo quiero mucho a Baba, señor Brennan. Lo pasamos muy bien, y ella no hace nada con mala intención. Y era verdad” (190)
    -Temas de la novela:
    a)La crítica al catolicismo puritano y represor reinante en el país en aquella época: en la Irlanda rural y profunda de los años cincuenta – una sola vez se cita la fecha de 1952 con motivo de los preparativos de la huida del convento de las heroínas (178) –, es bastante significativo que la novela comience precisamente con diversas referencias al contexto religioso y católico de la familia de Cait, un catolicismo cargado de temores y poco recomendable en una niña de catorce años: “se lo dije en voz alta a la imagen de la Virgen María… Me levantaba seis o siete veces cada noche para mortificarme. Me daba miedo ir al infierno” (13). Un catolicismo que vehiculaba todo tipo de tabúes e inhibiciones como luego se verá confirmado por el ambiente propio del convento al que irán a parar las dos heroínas para hacer sus estudios: las chicas se tenían que desnudar con una bata por encima para no mostrar nada de su cuerpo.
    Un catolicismo cargado de una gran severidad a la hora de enjuiciar ciertas conductas por otra parte bien inocentes a la edad de las protagonistas: la monja que le ve a Cait el juego de té que le había regalado su madre y que reprocha ese tipo de conducta tan “pueril y sensiblera” (124) o la madre superiora que juzga a Cait como una manzana podrida por una simple equivocación de un letrero (181)
    Un catolicismo que fácilmente asociaba la inocencia de la adolescente a la virginidad: cuando el señor Gentleman le anticipa que un día harán el amor y nota a Cait como horrorizada, ella piensa: “Pero no era cierto, simplemente estaba nerviosa, y en cierto modo, triste, porque se avecinaba el fin de mi inocencia” (277).
    También hay que señalar que todo lo relacionado con el placer y el sexo era percibido como algo obsceno, pecaminoso y cargado de una gran importancia. Por eso, es muy significativo que la nota por la que se harán expulsar guarde relación con el aspecto sexual reprimido y perseguido: al encontrar la nota escrita detrás de una estampita en la que se referían a la hermana Mary que hacía de monaguillo y al padre capellán, y firmada por las dos protagonistas, la hermana Margaret comienza a leerla en voz alta creyendo que era una oración y al darse cuenta se llega incluso a desmayar (184).
    Por último, la idea católica de que hay que pagar o ser castigado por dejarse llevar de los placeres de la vida: Cait piensa de Martha que está con la menopausia: “Ahora estaba pagando por todas las noches alegres pasadas en el hotel, con las piernas cruzadas y saboreando opulentos y sofisticados licores” (161).
    b) El destino bajo la forma de la fatalidad y las vidas rotas o frustradas que caracterizan a todos los personajes de la novela de Edna O’Brien, incluyendo en una menor medida dada su temprana edad a Cait y a Baba, a pesar de que estos dos personajes sean considerados en la novela como heroínas y portadoras de la filosofía feminista de la autora, es decir, la rebeldía ante la visión represora y machista del catolicismo de la época y el canto a la independencia de la mujer en todo lo concerniente a una sexualidad libre, a su autoestima como mujer y a su derecho a ser feliz.
    Desde esa visión anteriormente presentada de la vida católica irlandesa en los años cincuenta, cobra una relevancia particular en la novela la representación en el pueblo de una obra de teatro cuyo título era el de “Vidas truncadas”, un best seller victoriano de 1861, y también por ser precisamente en ese contexto cuando se le anuncia a Cait que su madre se ha ahogado en uno de los lagos del río, al volcarse la barca (76-84).
    Y es que la fatalidad y las vidas rotas van a estar muy presentes en la novela en todos sus personajes mostrando finalmente un panorama muy pesimista de la época: la vida dura y truncada, es decir nada feliz de esos personajes. Así, la narradora dice de su madre: “Tenía la mirada fija en algo que sólo ella veía: el destino, el futuro.” (13). Sobre esas vidas de gente humilde, como en el caso de Hitley o de la familia de Cait, se cierne todo el tiempo la angustia, la soledad, las preocupaciones o incluso el temor a la muerte a manos del padre alcohólico y violento: “En si gritaría, en si forcejearían, si la mataría…” (15), pero también en el caso de las familias más acomodadas como eran Baba y su familia o el señor Gentleman o Jack Holland. También la narradora hablando de ese tiempo por venir, lo ve como “un periodo de espera: de esperar lo peor. Con la diferencia de que esta vez me encontraba a salvo en la casa de los Brennan; aunque en el fondo, nunca me sentía del todo segura, pues cuando cavilaba las cosas me asaltaba el miedo” (168-169). O refiriéndose al señor Gentleman: “A pesar de que en su rostro se leía el cansancio de la vida, y en cierto sentido, la muerte” (158)
    La novela también nos describe no sólo casos de vidas truncadas sino otros ejemplos de vidas mediocres, que se dejan llevar de las limitaciones de la vida. Así se dice de Martha la madre de Baba: “A la vida sólo le pedía dos cosas, y las había logrado: alcohol y admiración” (60-61)
    En ese contexto de la Irlanda profunda de la época tampoco faltan alusiones a una pobreza real sentida como sufrimiento o bien con horror. Valga el ejemplo de la casa de Cait, la pensión de Joanna o los hoteles baratos: “Pensé con horror en hoteles de mala muerte de los pueblos del centro de Irlanda, con frascos de salsa mugrientos sobre manteles de cuadros con manchas” (277)
    Por todo ello se puede colegir que todos los personajes de la novela están llenos de frustraciones y que no son nada felices, incluso las chicas de campo en Dublín viviendo su educación sentimental o su iniciación a la vida adulta, Baba por la aparición de la tuberculosis y Cait, la narradora, siempre “con un perpetuo aire de perplejidad y una mata de pelo cobrizo indomable” (208). La perplejidad, el no saber dónde está, siempre a remolque de su amiga, siempre sintiéndose sola e incluso sin saber muy bien quién es, son aspectos característicos de esa narradora, que por otra parte, también señala que “sentí que la felicidad se me escurría” (168)
    Ahora bien frente a todo ese contexto de frustración continuo, de vidas rotas, de pobreza mal llevada o con sufrimiento, de sexualidad muy reprimida o muy poco natural, de austeridad o de normas muy coercitivas y de moral puritana, la novela presenta dos vías posibles de solución: a)salir como sea del agujero o sea en el caso de las amigas, en un primer momento marcharse a toda costa del convento, y ahora en Dublín salir de aquella mugrienta pensión: “Tenemos dieciocho años y nos aburrimos como ostras…Tenemos que vivir la vida… hay que ver mundo, no podemos pudrirnos en ese puñetero agujero”, le dice Baba a Cait (245)
    b) intentar sobreponerse a todas las situaciones durísimas a las que uno se ha visto conducido, lo cual pasará inexorablemente en la novela por un fuerte deseo de independencia económica y sexual, entre otros aspectos, por parte de las dos protagonistas. Existen en la novela numerosísimos pasajes sobre esa libertad sexual vivida como algo natural. Por ejemplo, los coqueteos entre Jack y la madre de Cait: “por debajo de la mesa, Jack tenía su mano sobre la rodilla de mamá. Ella no protestó, porque Jack era muy simpático con ella y le regalaba fruta confitada, chocolate y muestras de mermelada” (29); o las cosquillas que se hacen las dos heroínas en su pubis; lo que se deja entrever de cierta atracción entre Cynthia y Cait; los enamoramientos extraños de Gentleman y Cait o bien las citas que tienen las heroínas con personas mayores en Dublín.
    En este contexto positivo de intento de independencia por parte de las dos protagonistas, éstas dejarían de ser consideradas como meras víctimas de ese ambiente católico castrador para erigirse en un ejemplo feminista a seguir.
    Y en ese sentido, la novela no solamente sería un reflejo de la Irlanda profunda sino que incluso podría considerarse como un reflejo de la vida en general.
    Conclusiones
    -Novela de la frustración y el desencanto por el lastre del catolicismo puritano irlandés de esa época, entre otras razones. Cait dice al comienzo de su madre:” Era como un gorrión en medio de una nevada: parda, aterrada, sola. Resultaba difícil imaginarla en la soleada mañana de su boda, con un vestido de encaje, un casquete de volantes y los ojos desbordantes de alegría; esos mismos ojos que ahora brillaban por las lágrimas” (20). Pero novela también de la frustración amorosa en esa primera juventud.
    -Novela de la rebeldía contra las reglas, las costumbres y el peso enorme del catolicismo, contra la rigidez, las frustraciones, la vida pobre. Esa rebeldía contra aquel catolicismo estrecho, austero y represivo de la Irlanda profunda es la que explicaría, entre otros aspectos, esos amores de unas adolescentes o jovencitas con hombres mayores o incluso muy mayores. Es ajustar cuentas con una mentalidad católica proclive a la inhibición y a la prohibición de todo tipo de placeres, incluidos los escarceos amorosos libres.
    Una prueba evidente de esa rebeldía contra el catolicismo reinante en la sociedad irlandesa de entonces sería el hecho de que en lugar de hablar de esas inhibiciones o tabús habituales en materia sexual propios de la época, la autora lo que presenta es más bien todo lo contrario: una libertad sexual inaudita, escandalosa e incluso en algunos casos que roza o traspasa los límites de la moral, acentuando con ello la crítica a esa moral católica rancia y castradora.
    -Novela de la educación sentimental de las dos adolescentes, de cierta pérdida de la inocencia de esa primera juventud y de ciertos ideales de una vida adulta femenina plena que no llegan a hacerse del todo realidad.
    -Novela de la libertad sexual en la mujer y en ese sentido el comportamiento de las dos heroínas se supone infligir un buen varapalo a una moral católica puritana y represiva.
    Y por todo ello, hay que leer la novela, más allá de las pequeñas historias que cuenta, en clave de filosofía feminista: como un canto a la INDEPENDENCIA de las jóvenes, a la espontaneidad, al amor, a la libertad sexual, a la alegría y al placer, a la libertad individual, a la vida en una palabra.
    Zamora, a 15 de junio de 2016

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